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El budismo en el cine occidental como temática explícita tiene una producción relativamente reciente. No obstante se encuentran algunos preliminares en obras clásicas, como Horizontes Perdidos de Frank Capra. El cine, y en general la producción audiovisual occidental, ha recogido normalmente al budismo de manera muy soterrada; bien disfrazándolo de cristianismo o bien ignorando su presencia.
La mítica serie de televisión Kung-Fu, que acabaría derivando en una película de menor éxito, estaba protagonizada por David Carradine y acercó a muchos occidentales a muchas ideas básicas del pensamiento de Oriente. Si bien no ofrece apenas ni una enseñanza budista de manera explícita y de que nunca o quizás casi nunca se nombra a Buda, sí que logró mostrar, incluso a veces de manera magistral, rasgos muy importantes de la visión budista sobre la vida.
Salvo excepciones puntuales, en muchas películas relativamente recientes cuyas historias se sitúan en países netamente budistas, como por ejemplo la francesa Indochina de Régis Wargnier (1992), también se comprueba como a menudo se la ausencia de estatuas budistas o de túnicas de monjes rondando por la pantalla es una constante, a pesar de que se hace realmente difícil concebir tal cosa en algunas escenas que se muestran.
Existe una primera eclosión de cine de temática directamente budista en los años 90. En estos años encontramos películas que muestran un budismo en exceso idealizado, y que a menudo se propone como solución mágica para el perdido occidental en su búsqueda espiritual. A la vez, muestra grandes lagunas a la hora de exponer lo básico de la filosofía o bien lo hace de manera enormemente simplista, sin cubrir el agujero que permita al espectador observar cómo se engarza con la vida real.
Una segunda oleada mucho más fresca y realista aparece a partir del año 2000, encabezada brillantemente por Sabiduría garantizada de Doris Dörrie. Estas películas se están haciendo eco de un mayor conocimiento del budismo en occidente, y muestran ya algo mucho más inmerso en la vida real. En ellas el budismo se muestra igualmente como una poderosa herramienta para beneficiar al ser humano pero ya sin recurrir a la beatería fácil o esa fe ciega en las fáciles soluciones orientales.
Respecto al cine oriental, este llega a occidente en determinadas dosis. Si bien en Asia la gente anda ahora mayormente preocupada por el progreso material, no obstante podemos certificar que esa misma línea de frescura y realismo occidental que nace a partir del 2000 también está presente en películas como "Primavera, verano..." del coreano Kim Ki-duk o Samsara de Pan Nalin. Estas suponen un buen contrapunto a la hora de sondear como los directores asiáticos encaran el mismo tema.
El budismo es también una importante influencia en el pensamiento contemporáneo, y así aparece inoculado en una innumerable cantidad de películas que, aunque no son de temática budista, contienen alguna reminiscencia de su filosofía. Tal es el caso por ejemplo de Matrix, en donde se recogen innumerables influencias religiosas y la budista es una bien importante. Parecido ocurre con Star Wars, donde su director asume bastantes influencias del budismo y la cultura japonesas a la hora de recrear al maestro Yoda y las luchas de espadas entre caballeros Jedi. American Beauty y muchas otras mostraron a partir de los años 90 historias en donde sus directores y guionistas confiesan o muestran maneras de interpretar la vida influidas por las filosofías orientales, y en donde el budismo a menudo ocupa un lugar más que destacado.